A veces las desgracias no vienen solas, y en ocasiones lo hacen en forma de enfermedades. A Lucrecia, de 79 años, le habían caído varias de golpe en el último año: una diabetes, un hipotiroidismo y un linfoma de Hodgkin en estadio III, por el que había estado recibiendo quimioterapia (C-MOPP) hasta finalizar el último ciclo una semana antes.
Pero a veces las cosas se tuercen, y Lucrecia se encontraba en ingresada en urgencias, esperando una cama en la planta de Hematología, por dificultad respiratoria que había empezado dos semanas antes y había ido empeorando. No tenía fiebre, ni tos y aparentemente todo lo demás estaba bien. Pero la analítica no lo estaba tanto, constatándose una bicitopenia (con 400 leucocitos, 72.000 plaquetas y una hemoglobina de 12,8). La placa de tórax y el ECG fueron normales, y la glucosa se había disparado, pero eso era lo que menos preocupaba.
La exploración no reveló muchos más datos. No tenía adenopatías, pero al ir a palparle las axilas, la hematóloga observó unas lesiones de lo más llamativas en la axila izquierda, en forma de úlceras necróticas con un reborde eritematoso muy bien definido y un fondo de fibrina, con dolor moderado a la manipulación. La paciente no estaba muy segura de cuándo le habían salido, pensaba que más de una semana, pero no había llegado a consultar por eso, tenía otras cosas más importantes de las que preocuparse (respirar, por ejemplo). Los hemocultivos estaban en marcha, y la hematóloga nos miraba con cara de interrogante.
¿Me echáis una mano? Hoy nos metemos en temas más serios (a veces la derma, lo es) y quizá lo que digamos y/o hagamos puede ayudar a mejorar el pronóstico de nuestra paciente. ¿Qué pensáis? ¿Infeccioso, inflamatorio o tumoral? ¿Vamos preparando para una biopsia? ¿O para un cultivo? ¿Y qué hay del tratamiento - aunque hay que decir que ya desde el ingreso se le han pautado antibióticos de amplio espectro y G-CSF-?