Evidentemente, y aunque teníamos nuestras sospechas, lo primero que hicimos fue preguntarle a Ambrosio qué eran esas manchas que parecían un caso de “Cuarto Milenio”.
Evidentemente, y aunque teníamos nuestras sospechas, lo primero que hicimos fue preguntarle a Ambrosio qué eran esas manchas que parecían un caso de “Cuarto Milenio”. Había tenido meses atrás un herpes zóster en D4-D5 con una neuralgia postherpética que se controlaba parcialmente con analgésicos, y por ello se decidió a probar el cupping, un poco de medicina tradicional china no puede ser mala al fin y al cabo. El dolor seguía igual, pero a cambio tenía la espalda llena de esos círculos purpúricos, que no le dolían, aunque le hacían sentir un poco raro.
El cupping es una terapia tradicional china que se practica desde hace al menos 2.000 años. A mí siempre me ha llamado la atención que en algunos ámbitos el que un tratamiento tenga muchos años de antigüedad sea sinónimo de bueno, cuando seguro que la medicina que hacemos a día de hoy quedará completamente obsoleta dentro de unos pocos años. Pero bueno, son sólo cosas mías. Técnicamente consiste en la aplicación de unas ventosas (de vidrio, plástico u otros materiales más exóticos) que se adhieren a la piel en unos puntos concretos y se crea el vacío en el interior, bien por el efecto de calentarlas o mediante la utilización de un dispositivo neumático. La piel que engloba la ventosa es “succionada” durante varios minutos y posteriormente se retira la ventosa, quedando esas curiosas marcas purpúricas (lo que viene siendo un “chupón”). Existen diversas técnicas, con agujas, sin ellas, fijo o móvil, con sangría o sin, etc. Se trata básicamente de restaurar el flujo del Qi o Chí, que como es sabido queda seriamente perjudicado después de haber padecido un herpes zóster. Se le supone una serie de efectos, como la hiperemia (bastante lógico), la activación del sistema inmunitario (ein?), la eliminación de toxinas (será si te pones las ventosas en el hígado) y el tratamiento de las contracturas y rigidez muscular (eso igual sí, pero seguro que hay otras maneras).
En 2012 algunos autores realizaron una revisión exhaustiva sobre la evidencia de esta técnica en el tratamiento de sus diferentes indicaciones, que incluían herpes zoster, parálisis facial, tos, acné y hernia discal entre otras, publicado en PLoS One. Identificaron 135 ensayos clínicos randomizados publicados entre 1992 y 2010, y la conclusión principal era que los estudios eran metodológicamente deficientes, aunque si se combinaban varias terapias tradicionales chinas sí parecía que algunas patologías mejoraban. ¿Por qué nos ha dado por hablar esta semana del cupping? Bueno, cuando un paciente se desviste en la consulta y le vemos este tipo de lesiones tan llamativas, merece la pena al menos conocer su origen (al fin y al cabo, que tenga una neuralgia postherpética que le haya llevado a realizar este tratamiento puede ser un dato a tener en cuenta), o al menos para que no se nos ponga cara de sorpresa e incluyamos el cupping en el diagnóstico diferencial de las lesiones purpúricas figuradas. La verdad es que nadie hablaba de esta técnica hasta que en las pasadas Olimpiadas de Río de Janeiro todo el mundo se fijó en esas curiosas marcas que exhibían Michael Phelps y otros nadadores olímpicos. Al fin y al cabo, si un personaje público admirado se somete a este tipo de tratamientos, la gente presupone su eficacia. Seguro que en esa época los cuppingólogos no daban abasto. ¿Y vosotros? ¿Os acordáis de esa imagen que dio la vuelta al mundo?